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Egipto Maravilloso (9)


Isla Elefantina

Este día Aswan nos aguardaba con hermosas vistas del Nilo y sus riberas, pero antes de iniciar nuestro viaje al monasterio de San Simeón nos trasladamos del crucero al hotel Isis Island, un hermoso resort que representa en parte el esplendor del apogeo turístico de Egipto. El hotel está ubicado en una pequeña isla en el Nilo cerca a la isla Elefantina con una vista fantástica, dos piscinas  y rodeado de vegetación; pero al parecer se encuentra en un temprano ocaso por el aminorado flujo de turistas al país, o al menos esa es la impresión que me llevé porque parecíamos ser los únicos huéspedes en ese momento.

Nuestro punto de partida al monasterio se encontraba cerca del mausoleo de Aga Khan, por el que pasáramos el día anterior y donde nos esperaban los guías y sus camellos. Subirse a un camello no es tan sencillo como a un caballo, puesto que debido a su gran tamaño debe estar sentado en el piso para poder alcanzar la montura. El reto viene al momento de levantarse, ya que empieza por las patas de atrás y debes guardar el equilibrio para no caerte hacia adelante mientras se incorpora completamente. Una vez montados en los camellos y sin registrar ningún percance iniciamos nuestra marcha por las calientes dunas hacia nuestro destino. La idea de adentrarse, así fuera solo un poco en el desierto, era bastante emocionante. Los camellos se mueven aparentemente muy lento por la cadencia de su marcha, pero en realidad pueden ser muy veloces, así que el recorrido se me hizo bastante corto. No dejaba de pensar en las caravanas que en el pasado se adentraban durante días sin más orientación que las estrellas y la experiencia de los guías, recorriendo paisajes homogéneos y a la vez cambiantes como pueden ser las dunas de arena.


Montando en los camellos

Caravana hacia el monasterio


El desierto

Cuando nos aproximamos a nuestro destino, que se encontraba ubicado en una pequeña colina, no alcanzábamos a ver bien el interior, que estaba protegido por una muralla que lo rodeaba en su totalidad. Ese día si tuve la oportunidad de saber que se siente tener el sol abrasador del desierto sobre tu cabeza y agradecí que pudiéramos empezar el recorrido por el monasterio resguardados en la sombra. Este sitio era totalmente diferente a todo lo que habíamos visto hasta el momento, principalmente  por la época de construcción que data del siglo séptimo cuando el esplendor del imperio egipcio había pasado hacía ya mucho tiempo. Aunque su emplazamiento no es muy alejado del río, se percibía ese aire de aislamiento y reclusión. La entrada del Islam en Egipto representó un sin número de cambios, incluyendo la destrucción del monasterio y el asesinato de muchos de los monjes que en él vivían. Una de las razones de nuestra visita, como nos indicara Sixto, también consistía en ayudar a liberar el dolor de las víctimas que habían quedado “atrapadas” allí. También descubrí tiempo después, por medio de un relato extraordinario que una amiga del grupo está escribiendo de esta experiencia, que ella tenía fuertes vínculos con este sitio y me reafirmaba una vez más que nada sucede al azar.


"Parqueadero" en las afueras del monasterio

La estructura es bastante grande y cuenta con varios niveles, en la planta baja encontramos celdas de aislamiento que utilizaban algunos monjes ascetas con interesantes dibujos en las paredes y techos así como otras habitaciones y recodos del edificio que acentuaban la soledad de aquel lugar. Luego ascendimos por una escalera externa al nivel más alto desde donde se veía toda la estructura, la muralla y tal vez se apreciaban las luces distantes de la ciudad de Aswan en aquellos tiempos. Al entrar al edificio caminamos a través de un largo corredor con pequeñas puertas a los lados. Entramos por una de estas puertas a un recinto pequeño y nos sentamos en unas bancas de tierra que hacen parte del edificio para realizar nuestra labor de ayuda. Todo el calor y el cansancio del día se disipó durante esta meditación de ayuda.


Vista desde uno de los patios interiores

Muralla exterior a la izquierda y muros internos colapsados

Entradas con grandes arcos

Puertas a cámaras de los monjes ascetas

Decoración de los techos en algunas cámaras

Corredor con pequeñas puertas a los lados

Vista desde la parte alta de las escaleras

Vista desde la parte alta de las escaleras

Garita de vigilancia

Una vez fuera del monasterio volvimos a montar en los camellos, esta vez con dirección a la orilla del río hacia el oeste de la ciudad. El lugar se ubicaba un poco más al norte de nuestro punto de salida en los camellos con el objetivo de visitar unas tumbas talladas en la roca que datan del imperio antiguo. De nuevo disfruté la hermosa vista a lomo de camello esta vez desde una perspectiva más alta que permitía apreciar la ciudad desde arriba a medida que nos acercábamos a los acantilados donde se ubican las tumbas. La llegada al sitio también marcaba el final de la divertida travesía en camello.


A lomo de camello

Como siempre me causó gran asombro descubrir la calidad de las pinturas usadas para la decoración de las paredes y techos, daba la impresión de tener un acabado reciente cuando en realidad se realizaron hace muchos siglos atrás. Aunque la mayor parte de las paredes son de piedra caliza, no dejan de sorprender la precisión de los cortes y la belleza de los grabados y bajorrelieves en las columnas y arcos. Este sitio se encuentra activo en términos de investigación arqueológica y se pueden observar piezas de cerámica esparcidas a lo largo de los montículos y entradas de las tumbas.


Portal de entrada a una de las tumbas

Al abrigo del sol

Bajorrelieves, pinturas y tumba tallada en la roca

Ruinas y entradas a las tumbas

Iconografía copta en los muros

Colores vivos al interior de las tumbas


Cerámica hallada por nuestra "arqueóloga" Bea

Acantilados mirando a la ciudad

Nuestro siguiente destino era la Isla Elefantina ubicada al sur de las tumbas de los nobles. Navegar el Nilo siempre era una experiencia bastante agradable y mientras nos dirigíamos hacia el sur pudimos observar las tradicionales falucas con sus grandes velas y uno de los primeros buques a vapor que llegó a Egipto y que fue remodelado para el turismo.


Molino de agua

Gaviota


Navegando por el Nilo

El Karim

Al desembarcar en la Isla me sorprendió ver como el piso de lo que queda del templo erigido por Alejandro Magno, construido en el ocaso del imperio Egipcio está justo encima de unas columnas de otro templo mucho más antiguo. Debió haber representado un gran esfuerzo rellenar y nivelar las ruinas del templo antiguo para construir de nuevo sobre él, y aun así, el tiempo no pasó de manera apacible destruyendo a su paso las nuevas edificaciones, como si el pasado quisiera reclamar su lugar.


Columnas enterradas bajo la calzada del templo

Desde la parte alta donde se encuentran los restos del arco de uno de los templos se puede apreciar la parte sur de la ciudad, el mausoleo de Aga Khan y el monasterio de San Simeón que visitáramos más temprano, así como la imponente catedral copta del arcángel Miguel en el lado este de la ciudad que sobresale de todas las edificaciones aledañas.


Arco del templo construido por Alejandro Magno

Cartucho en la base de la columna con el nombre de Alejandro Magno

Vista al desierto desde la parte mas alta de la isla

Vista de la catedral copta en Aswan

Dispersas por todo el lugar se encuentran columnas con bajorrelieves, jeroglíficos de las pirámides e incluso la bóveda del santuario donde se ubicaba la figura del dios al que estaba consagrado el templo, tumbada de lado y resquebrajada. Anexo al templo y a estas ruinas se encuentra un pequeño museo con piezas de diferentes épocas halladas en este sitio como monedas y objetos de uso cotidiano.

Calzadas entre las ruinas


Amón con el faraón

Bóveda del santuario del templo

En la parte baja del templo en la orilla del Nilo se encuentran unas rocas inmensas con jeroglíficos que servían de entrada al puerto de la isla y tal vez estaban al nivel del templo original. Cerca a este puerto se encuentra también el Nilómetro, que a diferencia de otros templos que habíamos visitado, no consistía en un agujero sino en una escalera tallada al borde del río y cuenta incluso con una pequeña puerta al final que da directamente al río.


Jeroglíficos en las rocas marcando el puerto de entrada

Vista del Nilo desde la orilla de la isla

Vista de parte del hotel y el Nilo

Un amigo que hicimos en el hotel


Después de nuestra travesía por el desierto me sentía bastante cansado y con mucha sed, a pesar de haber bebido toda el agua que llevaba. Subestimar el calor del desierto es sin duda una mala idea, y no era el único que se sentía un poco golpeado por la alta temperatura como me pude dar cuenta de regreso al hotel al comentar con los compañeros del grupo. Por esta razón agradecí que termináramos un poco más temprano de lo habitual nuestras actividades para disfrutar la piscina del hotel y recuperar fuerzas. La meditación en la noche al lado de la piscina fue excelente, con un cielo estrellado y la calma suficiente de tener ese espacio casi que exclusivamente para nosotros, me hubiera encantado poder disfrutar un poco más de ese lugar. Al día siguiente nos esperaba la visita al templo de Philae y la despedida de la encantadora ciudad de Aswan para regresar a Cairo.

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