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  • edcorreaarce

Egipto Maravilloso (3)

Updated: Mar 22, 2019


Dia 3

Después de dos días muy intensos en el Cairo, tuvimos la oportunidad de recobrar un poco el aliento en la mañana mientras nos dirigíamos al aeropuerto y esperábamos nuestro vuelo. El tiempo de vuelo es corto, aproximadamente una hora y fue una buena oportunidad para seguir conociendo mejor a los compañeros de viaje. Luxor, (la ciudad de Uaset), es una ciudad cargada de historia, la antigua y gloriosa Tebas capital del imperio con sus magníficos templos y sus necrópolis floreció durante más de 1000 años. El nombre de Tebas le fue dado por los griegos que vieron en ella una similitud con su propia Tebas, pero su nombre moderno proviene de los árabes que la llamaban Al Uqsur (los palacios) que derivó en Luxor. Una vez reunidos en el aeropuerto subimos al autobús que nos transportaría ese día a seguir descubriendo un poco más de la vida rural de Egipto. Pasamos por pequeños poblados y casas de campo con la eterna compañía de las palmas datileras que hacen parte del hermoso paisaje de la ribera del Nilo y señalan ese frágil límite con el desierto. Por alguna razón creí que íbamos a ir primero al hotel pero nos esperaba una tarde muy interesante. Nuestra primera parada fueron los Colosos de Memnón, que hacen parte del vasto complejo funerario de templos y tumbas del lado oeste del Nilo en Luxor junto con el templo funerario de Ramsés II, el valle de los reyes, los templos funerarios de Deir El Bahari y el templo funerario de Ramsés III, este último más hacia el sur, entre otras maravillas. Los Colosos hacen parte del templo funerario de Amenhotep III o Amenofis III y aunque en su época de esplendor fue uno de los templos más grandes que existieron en Tebas, estas enormes estatuas son casi el único testimonio que queda de su grandeza. En el momento de nuestra visita se estaban realizando excavaciones y se tenían avanzadas las labores de restauración de un cuarto coloso y otras partes de este templo y que solo por el tamaño debió ser impresionante, los Colosos miden 15 m de altura tallados en bloques de cuarcita con un peso total estimado de 1200 toneladas. Las estatuas han sufrido bastante, no solo por el paso del tiempo y fenómenos naturales sino también por la intolerancia religiosa y/o de poder, como se puede constatar frecuentemente también con templos, estatuas y alto relieves donde el faraón original o a quien estaba dedicado, ha sido sustituido o simplemente borrado. A pesar de lo deteriorados, siguen siendo espectaculares y al caminar cerca tenía esa sensación abrumadora de belleza al imaginar el desierto y estos templos, rompiendo con su enormidad, la uniformidad del paisaje.


Colosos de Memnón

Vista posterior

Labores de excavación y restauración de un tercer y cuarto coloso

Luego nos dirigimos al Ramesseum, como se conoce también el templo funerario de Ramsés II. Este se encuentra en una mejor condición e incluso se pueden ver desde la distancia los edificios anexos al templo. De lo que queda en pie, destacan las enormes columnas en la distancia y ya una vez frente a la entrada te encuentras “a los pies del faraón”. La estatua gigantesca de Ramsés II, de la que quedan solo los pies en su ubicación original, servía sin duda para recordarle al visitante cuán majestuoso fue y lo pequeño que eres tu. El efecto tanto estético como psicológico estaban muy bien planeados. Una vez superada la rampa de acceso a la plazoleta central donde se encuentran las columnas Osiríacas se puede ver al lado izquierdo, parte del torso y la cabeza de la estatua, y vuelve a ser válida la pregunta de Cómo lograron tallar y levantar estas gigantescas moles de piedra? Esta estatua tenía cerca de 20 m de altura y un peso estimado de 1000 toneladas. Al interior se pueden observar los alto relieves con escenas de las hazañas bélicas del faraón así como su estrecha relación con los dioses. Sin duda alguna, una de las cosas que más me sorprendió, no solo en este templo sino en otros sitios, fue ver el increíble estado de conservación de la pintura de algunas de las columnas y el techo. Estas columnas han estado a la intemperie por miles de años y siguen conservando la policromía de sus pinturas. Ya de salida me quedé un poco rezagado por andar tomando fotografías y fui sorprendido por la generosidad de los vigilantes de la entrada del lugar que me ofrecieron a probar parte de su almuerzo, una especie de empanada con relleno de carne y especias que no sabría decir exactamente que eran. Agradecí aquel gesto de corazón con mi pobre árabe “Shukran” y seguí comiendo en el bus. Nos trasladamos luego justo al frente del templo a visitar una de las tumbas de los nobles que estaba bellamente decorada con pinturas y alto relieves con unos detalles muy delicados, pero como había mencionado antes, las tumbas no fueron mis lugares favoritos. Hay una gran diferencia entre los templos funerarios y su energía y las tumbas, sintiéndome mucho más cómodo en los templos.


Vista de los edificios anexos al templo e imagen de Anubis

Entrada al templo con los pies de la estatua gigante de Ramsés II

Columnas osiríacas en la plazoleta central

Mariella dándole escala a parte de la estatua de Ramsés II

Columnas con colores originales al interior

En las afueras de la tumba también pudimos visitar un taller de artesanías donde se hacían reproducciones de piezas famosas como el zodíaco de Dendera ubicado en el templo de su mismo nombre y del que ya tendré la oportunidad de contar la impactante experiencia que me sucedió estando allí. Yo soy un enamorado del sol y del calor intenso, pero debo decir que sentí los efectos del mediodía en el desierto y me ví buscando constantemente áreas con sombra. Luego hicimos una rápida visita al valle de las reinas para dirigirnos al caer la tarde al hermoso templo funerario de Ramsés III en Medinet Habu.

Vista al fondo del valle de los nobles y de las reinas

Tradición milenaria

El templo de Medinet Habu es tal vez uno de los que mejor conserva intactas sus pinturas y en el que aún se pueden apreciar unos colores vívidos. A muchos de los templos, se les fueron anexando partes a medida que pasó el tiempo y en este caso Ramsés III hizo de un templo existente su templo funerario. Como en el Ramesseum, aquí también se pueden ver restos de los edificios y almacenes anexos así como la muralla de protección construida a su alrededor. Impresiona su entrada y se pueden ver dos pequeñas estatuas a cada lado de la diosa leona Sekmeth como guardiana, así como escenas de las batallas del faraón. Pasando la entrada se observa una plazoleta central y el pílono que señala la entrada a las salas. Los profundos grabados y los vívidos colores en esta sala son muy impactantes, incluso hay una sección con una representación del cielo nocturno estrellado en azul oscuro de gran belleza. Seguimos adentrándonos en el templo y tuvimos la fortuna de hacer una meditación en una pequeña cámara ubicada a la izquierda de una segunda sala de columnas donde solo quedan las bases, en la parte noroeste del templo. Nos ubicamos todos en un espacio pequeño y al principio fue difícil concentrarme por el calor y el sitio donde estaba sentado. El cuerpo siempre busca algo para quejarse en esos momentos. Pero una vez me pude relajar más siguiendo las indicaciones de Sixto pude percibir mejor la vibración del templo y sentí algo muy extraño porque por centésimas de segundo ví algo que sabía que no hacía parte de mis imágenes mentales. Pude ver la sala que habíamos visitado al entrar pero esta vez durante la noche, había una especie de estanque rectangular en el centro a ras de tierra y muchas personas vestidas de blanco que caminaban por los corredores, algunas llevando antorchas. Sentía que era muy tarde y yo estaba ahí también caminando junto con ellos. Luego regresé rápidamente a mis propias imágenes mentales y de nuevo al ejercicio de meditación pero profundamente sorprendido por mi corta pero extraña experiencia que no sabría como explicar. Continué la visita tratando de racionalizar lo poco que alcancé a ver y pensando que era solo mi imaginación, pero como me ha sucedido con otras cosas, este viaje fue tan abrumador que aún sigo asimilando toda la información que recibí a nivel profundo a casi un año de mi visita.


Entrada a Medinet Habu

Guardián del templo

Pílono de entrada a las salas


Diosa Nekhbet en esplendor de colores

Techo decorado con estrellas en azul oscuro

Una vez salimos del templo agradecí que nos dirigiéramos al hotel porque me sentía un poco sobrecargado y con ganas de refrescarme, además que nuestro día no acababa aún. Entramos a Luxor tras un viaje corto y logramos ver un poco del pueblo, calles estrechas, carrozas, mucha gente en sus quehaceres y me pareció una versión más pequeña del Cairo con su agitación y desorden. El hotel donde nos quedamos (St. George) tiene un estilo europeo con una recepción muy elegante y un detalle en la entrada con imágenes de Isis que me llamó mucho la atención. Una vez nos refrescamos salimos de nuevo a la visita nocturna al hermoso Templo de Luxor. Tenía muchas expectativas y como no, mi cámara lista. Desde afuera, aunque se ve bonito el conjunto, no se puede apreciar bien y es una vez dentro, al lado de la avenida de las esfinges, que empiezas a apreciar la magnitud y belleza del templo. La avenida de las esfinges originalmente construida por la Faraona Hatshepsut se extendía por más de dos kilómetros por la que se paseaba al dios Amón en la barca solar desde el templo de Karnak hasta el templo de Luxor en el famoso festival del Opet para que recargara sus fuerzas. Estaba tan animado por poder tomar las fotografías que le dije a nuestro guía que me adelantaría un poco y que ya luego los vería dentro, lo que nunca pasó porque los perdí completamente de vista por andar completamente absorto y casi en contemplación. Al cabo de un rato comencé a preocuparme y decidí salir a buscarlos y pensando en que no tenía manera de contactarlos me fuí hasta el autobús para asegurarme que no se fueran sin mi. Al cabo de unos 10 minutos salieron y pensé que no era buena idea separarme del grupo. Me disculpé con todos, especialmente con los guías y regresamos a una agradable cena tarde al hotel con los compañeros de viaje. En nuestro cuarto día visitaríamos el Valle de los Reyes, el increíble templo empotrado en la roca de la Faraona Hatshepsut en Deir El Bahari y al finalizar el día, la visita al templo de Karnak.


Vista del Nilo desde el hotel


Pílono de entrada al templo de Luxor

Obelisco en la entrada

Mezquita de Abu Haggag construida sobre las ruinas del templo

Posteriormente el templo se rescató de las arenas que lo cubrían

Columnas del templo


Plazoleta y vista al pílono de entrada


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